HOMBRE TRISTE por Rafael Millán

La tristeza vendrá
Caminar
Un calderón de penumbra...
Promesa
Invitación
Árbol solitario
Inercia
Hombre triste
Sensación
Estoy
Momentos
Evasión
Mano en la frente
Otoño
Sortilegio
Final


«Hay días para los dolores: gustamos de buscarlos
en nosotros, de seguir sus profundidades, de que-
darnos sorprendidos ante sus proporciones desme-
suradas; ensayamos, al menos en las miserias huma-
nas, ese infinito que queremos dar a nuestra sombra
antes de que un soplo del tiempo la borre.»

«¿De dónde viene al hombre el más duradero de los
goces de su corazón, esta voluptuosidad de la me-
lancolía, este encanto lleno de secretos que le hace
vivir de sus dolores y amarse hasta en el sentimien-
to de su ruina?»

(De Senancour: Obermann.)


A Carmen-Rosa


La tristeza vendrá
como barco al garete desde lejanos fríos
bullirán en la sangre sutiles alfileres,
entrecruzados hilos.
El sueño de viador
encerrado en el pecho,
morirá lentamente, débil y acobardado,
porque vivir, a veces, en tan sólo
un temblor bisílabo en los labios,
un no saber si el alma se ha dormido
en el barro esperando.

Duele esperar sentados en la tierra
acariciando nuestra sombra amigo,
cuando se siente la garganta seca,
las manos ateridas;
duele esperar si la alegría se marcha
por no se sabe qué escondidos ríos,
sin saber por qué cauce desbordado
nos quedamos vacíos.

La tristeza vendrá como un viento
de sorpresa —pájaro indeciso—.
La tristeza vendrá...

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .

(La tristeza ha venido.)

Caminar

En el alma tengo un frío
vacío
crepuscular.

Caminar
en el horizonte fijos
los ojos.
          Sin descansar,
sumegirme en baño tibio
de real irrealidad.
Andar,
     andar,
          andar
que en el alma siento un frío
vacío
crepuscular.

Caminar
—y no a lomos de Pegaso—
solo.
     Sin volver atrás.
Hacer de este pesimismo
una metáfora más.
Andar,
     andar,
          andar
que siento en el alma un frío
vacío
crepuscular.

Caminar...
diluirme en el ambiguo
azul de la Eternidad.
Descansar sobre tu pecho
mi frente.
          Y hallar la paz.

Andar...
Que en el alma tengo un frío
vacío
crepuscular.

Un calderón de penumbra...

Un calderón de penumbra...
               (El dormido tiempo
               de las horas tristes...)

  y
    yo
callados...
               (... rezuma
                silencio pesado...)
no hay risa
ni diálogo...
                (... tus manos modelan
                arcos de tristeza
                con un gesto vago...)
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
Y en mi garganta
          anudado
el dormido tiempo
de las horas tristes
con sabor de ocaso.

Promesa

A Mercedes Chamorro

Ahogaré la tristeza,
haré que broten flores en mis nervios.
          (una
             a
               una
          las cortaré en silencio.)

Ahogaré mi tristeza
y en el desdibujado perfil del Tiempo
plantaré versos.

Invitación

Dame la mano.
               Hagamo
por los caminos duros,
por los caminos blandos,
por todos los caminos
un rosario
de pasos.

Dame la mano.
               Vamos...
caminemos sin rumbo
y al ocaso,
agotados,
deslizaré mis versos
por tus hombros
cansados.

Dame la mano.
               Mis dedos
—garras de tu dolor—
acorbadados
calmarán tu cansancio
con caricias.
Y mis labios.

Dame la mano.
               En tu pelo,
con casta impudicia
de amante y hermano,
te pondré una guirnalda
de mis besos más castos.

Dame la mano.
          La mano.
                    Tu mano.

Árbol solitario

Yo he visto un árbol
perdido
en una plazuela en sombras...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... hay en sus desnudas ramas
—diapasón—
el ritmo de una canción
y danzan...
          danzan...
en vaivén triste,
               en triste danza;
desesperanza...
      desesperanza...
              desesperanza...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
He visto un árbol
perdido
en una plazuela en sombras
y un tictac verde
          —miedoso—
palpita en su tronco.
               Llora.

Inercia

Inerte,
quieto...
Con quietud perezosa
de un animal cansado...
Mueca fría y difusa
     en mis labios.
                    (Mi cuerpo
                    derramado
                    como un acorde grave
                    apagado...)

Pereza
ocre...
Mis venas son—ociosas—
caudal que se ha secado...
Mi cuerpo es un poema
     frustrado.
                    (Mis nervios
                    agostados
                    en pereza suave,
                    desgajados...)

... Y tus manos
trenzarán el milagro:
un nuevo amanecer
en gris violado...
                    (Mi cuerpo,
                    derramado;
                    mis nervios,
                    agostados.)

Hombre triste

Triste bípedo ciego
hombre crujiente que escupes espesas sonrisa
al suelo,
rumias con la afilada prisa del cuchilla
que llevas adentro,
una anunciación de gestos maquinales
sin color
sin calor de cosa viva,
macilentos...

(Gestos,
inacabados gestos,
y un sabor de parábolas absurdas
acunadas en el pecho.)

¿Qué arpón de oscuras frases
—o silencios—
hundió un mar de confuso oleaje
en tus ojos?
¿Cuándo,
lento,
empezaste a morir con ese triste
descorazonamiento?

(Hundid estás,
hombre triste,
en las mínimas guerra que incendian tus raíces.)

Sensación

A veces me sorprendo de espaldas a las cosas
embebido en un hambre de esperanzas despiertas
y siento que en la sangre se me coagulan miedos,
oscuros miedos torpes que la sangre atropellan.

Estéril es gritar, en voz sin resonancia
madura lentamente el gesto torpe y terco,
sobran entonces las frases que resbalan
sobre la vida, sobra el pensamiento.

Y no puedo llenarme las venas a puñados
de sencillos ensalmos que alejen la pereza
que obstruye los camino reacios a mi paso.

Estoy

A Juan-Germán Schröder

Por mi silencio hueco

pasan perfiles de horas
oliendo a miel y a brisa de recuerdo.

Me vive el tiempo
leves minutos, siglos,
absorto,
como desacertadamente muerto
entre amarillas hojas...
¡Ay, el torpe revuelo de mis aves intactas
que gimen hacia dentro!

(Ileso,
pálidamente ileso es me estar
—de nube, de árbol, de íntimo misterio—,
contenido en un círculo de ojos
que miran mudos,
desalentados,
lentos...)

Pasan perfiles de horas
por mi hueco silencio.

Momentos

     1

Adrede
he uncido a mis labios la sonrisa
rebelde;
tiene
trasparencia fría y falsa
de nieve.

Adrede...
          hoy
          no estoy
          alegre.

     2

Crepúsculo
     expectante
          y mudo...
... laten lentamente
las horas vesperales
     y
       sin
           ti
he dejado sin zumo
la tarde.

     3

               Una...
               dos...
               tres...
Frío
y pensamientos puntiagudos
en el vacío
maduro.
          (El cristal
              es
              mudo...)

río
volviendo las horas del revés...
                una...
                dos...
                tres...

     4

Hoy tengo las ideas arrugadas
como un viejo papel;
es que anoche soñé cosas muy raras
y ahora no recuerdo lo que fué...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... y tengo las ideas arrugadas
como un viejo papel.

     5

Mis manos
          en quietud
sobre el papel
que espera...
               (fuera
               la noche ha roto el dique
               de la luz)
... el alma desenrolla
lentitud.

     6

Huyo la sonrisa
de mi boca seca...

Tristeza...

En me sien nudosa
un seco latido preludia una nota
disonante y sorda.

Tristeza...

Mi rostro es un teorema
de geometría terrosa.

Tristeza...

     7

El aire
se ha dormido...

(La mano
—perezosa—
no puede
abrir el libro.)

Mi cuarto huele
a rosas
y el aire
se ha dormido.

Evasión

Geometría
vana
de la vida...

Al mañana
haré un gesto procaz
y una pirueta esquiva
(que tengo
en cada fibra
un plenilunio
suicida...)

Geometría
vana
de la vida...

Mano en la frente

Está maduro el tacto.
Está la mano
madura del contacto con la herida,
sola espiga.

(Corren las aguas del vivir amargo
bajo los tristes puentes de la vida.)

Palma que al pan conoce,
libro, estrella,
buceadora caricia fugitiva,
alma abierta a la espera sorda y quieta
espiga no, semilla.

Mano en la frente, mano,
mano asida
a la cintura de los pensamientos
—no espiga, no semilla—,
maciza trabazón me mano viva.

Otoño

Danzan en el paisaje
frases,
frases secas
en los dispersos caminos de la tarde.

El aire
modela bajorrelieves
en las nubes de arcilla.

Se rompió en el horizonte
una estrella fugitiva...

En los dispersos caminos de la tarde
sin prisa.

Sortilegio

A Sinda Caparrini

Sortilegio:
Mis manos descarnadas
apresando recuerdos
y leves matices
de sombras lejanas...

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

... y la incógnita
          —intacta—
fluyendo entre mis dedos
emociones gastadas...

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Silencio...
Mi cuerpo se ha evadido
de Tiempo.

Final

Nada.
Un gravitar de cielos imposibles
sin amargor
ni ansias
bajo el seco salobre de los campos
o el dulce olor de la tierra mojada.

Ignorar
si el pájaro perdido
encontró rama.

Ni palabras...
ni redondas palabras
que desenreden la confusa madeja
de tu charla,
ni el gesto elemental
que simplemente diga:
—Déjame solo;
en la vacía soledad nada me falta.

El corazón,
desconsolado corcho anclado
en la corriente de un río sin orillas
ni distancias.

No brotará de me boca
nunca más un bosque de palabras
que te siga.

Ni una mirada
con la mínima esperanza de ser alba.

No ver amanecer
en la boca de un niño una sonrisa desdoblada.

Nada.
Noche siempre ya para mi cuerpo
tullido de raíces desoladas,
horizontal escoria que fué vida.
infinita distancia
antigua
y vaga
tejida de fugaces escorzos idos
y de lejanas voces sin nostalgias.

Estatura de voz crucificada
en los invisibles dedos del tacto perdido.
Nada intacta,
amarga agua que ahogará mi cuerpo.

¿Y la sed inviolada de mi alma?


[Home Page][Back][Top of Page]