...algo
nuestro de ayer, que
todavía
vemos vagar por estas calles viejas!
Antonio Machado
En la raíz misma de
la
música
estás.
Allí donde nace el
sonido
cama el aliento sin mácula de
un ave
pequeña.
El sencillo prodigo se consuma
imperceptiblemente:
sonoras aguas afluyen,
complementan colores,
vibran por los profundos
ríos
que el tacto te revela.
Estás ahí,
en la raíz o ala o misterio envolvente;
en su tibia estructura te recluyes,
alejada y cercana de mis manos
—oh mis manos que saben de tus fibras,
de tus miedos a nada—,
en mis
manos cuando regresas.
(Amor es entonces vuelo herido
en tus ojos.)
Te pienso
en ese mundo ingrávido y puro
donde se gesta el sonido,
donde
tejes las líquidas voces
que vives y te viven,
oh amiga,
mientras yo permanezco en tus orillas
apacentando tenues
escalofríos.
A una triste
humillación he vuelto
arrepentido desde mi palabra,
zaherido por sonrisas en silencio,
con torpeza hilvanadas.
Vacilante caída que
me duele
como el desvío de la amiga
carne;
fallo imprevisto que detiene —enfría—
mi corazón
en la tarde.
Hay momentos, como hijos
desgraciados,
que no supieron de la paz en
vida:
vienen a mis umbrales con los rostros
de una raza enemiga.
Quedan los viejos pasos,
las pisadas cargadas de cansancio
de muchos
años de la inútil vida;
pasos envueltos, inmersos en el
barro
del espíritu absorto.
Clamar, preguntarse la
incógnita
de los pasos perdidos en el
tiempo,
en el juego arriesgado de la vida,
inútil es.
Quedan siempre, constantemente,
los viejos pasos
envolviendo nuestro
amado hoy,
nuestro lento caminar descalzos.
En la distancia enciende tu
mirada
tristes despedidas.
Un hálito de sombras a mi pecho trae
presentimientos,
rojos
atardeceres vencidos de temores.
Y yo sufro
—tú sufres— alejado
del instante que pudiera unirnos
en el tiempo de la bienandanza,
del sentimos cerca,
de vivirnos uno
viviendo dos vidas.
Pero la distancia castiga los
flancos
de los sentimientos;
acremente, una lluvia acongojada
pone en la voz y el tacto,
fija en los
movimientos,
un fluir desesperanzado que va
limando lento el brillo
de
mis ojos.
1
Canto la pesadumbre de vivir
deshabitado.
Canto
para no estar callado eternamente,
para no estar tan solo
en el
silencio.
(El paisaje lluvioso rompe el filo
de los perfiles.
Canta
el corazón del aire en torno mío,
monótono y cansado.)
2
Silencio pace la tarde en esta
hora
de soledad conmigo.
Caminos he
dejado que me fueron
queridos hondamente;
siento frío lejos de
los momentos
que pasaron como viento o agua,
caricia o roce.
Y la paz es tan sólo
una palabra
en el crepúsculo,
sólo
un deseo reprimido a solas.
Los pasos que me llevan sin un
norte,
despiertan leves ecos conocidos;
la mirada busca otra mirada
y no encuentra sino calma
y silencio.
Anochece despacio mientras llora
la luz serenamente;
anochece despacio
por mi sangre,
que ahora calla.
y 3
Ya estás
aquí,
tristeza.
Has llegado como una dulce muerte
que oscurece los días;
inesperada y blanda, tu presencia
sobrecoje el ánimo y compone
secos gestos de desamparo y duda
que no merezco.
Estás
aquí,
negada alegría,
brillo empañado,
tristeza,
al borde de mi alma que te sabe
fiel enemiga de siempre;
y
los días transcurren, llevan tantas
palabras sin sentido en su
cauce,
que la esperanza vive con tus letras
en la misma línea
de mi duelo.
Aquí
estás,
en mi lecho arropada,
bebiendo mi vino,
cruzando en mis pasos por mis calles solas,
y no
sé cómo hacer para cambiarte
en un aire nuevo que me
traiga
otra vez la sonrisa.
En la fecha lejana que ya
olvidas
con esfuerzo que dice de recuerdo,
fué nuestra sangre enamorado pasto;
había flores entonces
en los surcos
del momentáneo amor que deslumbraba
nuestros ojos,
casi desconocidos
el uno del otro.
Haz un nudo a la fecha. mella
el filo
del cuchillo rallador de
sueños,
abrillanta el olvido
a fuerza de frotarlo con memoria;
cultiva nuevo gesto amante, nuevo
eslabón plantado como un árbol
de precaria vida.
Pierdes noción de lo
fugaz pasado
porque eras tan feliz que no
merece
una sola palabra que lo traiga
otra vez a este predio,
a
la sombra de este marzo —nueve—
donde sientes que recuerdas triste,
pese a todo.
Yo he pasado también
la hoja, hojas;
mi calendario tiene otros
guarismos
hermanos de otros pasos;
pero no be lastimado con sorpresas
ni al más simple de mis malhumores.
Y en mi vida, renovada
ahora,
te recuerdo lejana, en otros días.
Estoy esperándote. Tu vuelta
traerá a mi corazón
cálidas luces,
fragancia indefinible, pero cierta,
de sempiterna
dicha.
Estoy sabiéndote
aquí, en la espesura
del pensativo
corazón gozoso;
en el tacto que añorante siente
tu cuerpo
como hoja verdecida;
em mis ojos que te ven, no
estando,
como si me habitara siempre el
ritmo
de tu pecho joven;
te sé raíz de la esperanza mía.
Tengo aquí limpia espiga, tu alimento
para cuando retomes y en
las alas
traigas peso de recuerdo y ansia
que compartiremos.
Tengo cosas, muchacha, que
decirte
con lenguaje entretejido de alma,
días lentos que vivir absorto
pendiente del fluir pausado
que tu
aliento traiga.
Tengo el corazón
abierto al viento
del futuro en tu nombre.
Cierro los ojos: surgen formas bellas,
blandamente caen al peso de su
imagen,
y se pierden en un oscuro pozo
de silencio.
¿ Dónde las estrellas, los extraños
peces,
los
pájaros floridos ?
¿Dónde fueron?
Cierro los ojos y escucho tu
aliento
ahí,
a distancia de brazo,
tan cerca que pudiera cambiarle
—con sólo desearlo—
el ritmo de paz con que tu pecho
a mi
oído lo trae en duermevela;
pero, cerrados los ojos,
el color
acuno y adormezco
y pienso en las flores que mañana
me
dará tu sonrisa satisfecha.
Tu cuerpo ensaya saberse
cómodo.
Tiene
la atmósfera vago tinte
romántico.
Quiere
mi mano asir lo leve
del aire que presiente
fuera,
en la cercana calle.
(La radio suena palabras
que mi oído no entiende.)
Feliz tarde en silencio.
Tenerte
enfrente es la dicha,
tenerte.
Sumerge tus manos en mi frente
y,
una a una,
arráncame raíces de recuerdos,
déjala vacía.
En mi frente tus manos.
(Y en mi vida.)
Agua mansa
descansa
del árbol a la orilla;
brilla
un pájaro al pasar
—canta el eco su cantar
lejano—;
y en mi mano,
tacto suave,
tu pelo sabe a la grave
alegría de la
paz.
A la orilla del agua,
mis sentidos despiertos y yo en silencio.
A la orilla del agua
mientras pasan palabras por sobre el viento.
A la orilla del agua,
yo ajeno a todo, va anocheciendo.
A la orilla del agua,
a la orilla del agua mientras te espero.
...borroso
laberinto de espejos.
A. Machado
A mis hijos Ana y Federico
Sabemos, ay, que hay caminos
que a ninguna parte van.
Descaminados andamos
cantando sin más ni más.
Brilla el canto como vidrio
al que el sol hace brillar.
Poco vale falso brillo
si es que nace de un erial.
Sabemos, ay, que hay caminos
que a ninguna parte van.
Desatinados caminos,
cabos sueltos para atar.
Si en el brillo se han perdido
mal se podrán anudar.
Sabemos, ay, que hay caminos
que a ninguna parte van.
Hay que hacer por olvidarlos
que es inútil caminar
por confusos laberintos.
Y hay que encontrar la verdad.
Sabemos, ay, que hay caminos
que a ninguna parte van.
En ocasiones vivo
por los alrededores de mi cuerpo,
y me descubro observando
cómo
aliento en la tarde,
contento de encontrarme sobre un mundo
que parece
tan nuevo;
otras veces, sufro desde afuera,
trato de avisarme
con gestos que aparentan figurar
peligros inminentes, serios.
El cuerpo
nada quiere
saber de los avisos
—a su paso prosigue—,
y queriendo —no queriendo— detenerle,
paso tiempo inútil,
pasa tiempo.
Después, al regreso
a mi cuerpo,
converso con su sombra,
altero
sus razones, que comprendo siempre,
sólo por negar lo que
él afirma.
Y así vivo
—vivimos—:
afrontando con paciente calma
esta divergencia,
este desacuerdo tan
constante.
Sorprendentes columnas de aire
puro
giran por las alturas, discos de
oro.
Los árboles dispersan suaves sones
que sobre el polen de la
tarde lloran.
Y yo, que limpio paso a ras de
horas,
que canto ensimismado y casi
serio,
te recuerdo como si me llegara
tu voz viva de hombre en
lejanía.
Te recuerdo, oh familiar orfebre
de mis ratos contigo y tus palabras,
engastado en mis días verdecidos
como lo estás ahora en
que maduro.
Ahora en que maduro y
sé del goce
y del dolor conozco su
textura,
te sé también a ti más y
más
hondo,
más como corazón de mi paisaje.
Débiles músicas hilan el poema
que asciende lento a ti desde mi mano.
Enoja al corazón
saberse tardo
para decirte en el dolor y el
gozo
cuánta flor cabe en vida y en la muerte
que acecha las
felices coyunturas.
Hilos manejo sin saber
adónde
han de llevarme alegre o apenado.
Está a punto de
romperse el verso
que mi torpe mano entimidece,
que mi mano, amiga de la tuya,
quisera darte como algo que vive.
Pero los hilos
frágiles se han ido
a enredarse en un haz de
corazones.
Traspasados de huellas como
gozos,
atravesados por impostores
ríos,
vamos los hombres por amarga calle
como desamparados
animales.
Asombra que la vida nos escoja
como simple eslabón, que no hace
falta,
porque sin él todo sería lo mismo,
igual exactamente.
Y clamamos, gritamos, o, a
veces en silencio,
maldecimos la dura encrucijada
que
hizo posible nuestro nacimiento
innecesario y torpe, por instinto.
¡ Cuánta
sombra anidada en nuestra sangre !
¡ Qué sabor acre la garganta quema !
Y en tanto los sentidos narcotizan,
vivimos con el cuerpo desolado.
Es muy triste saber que nada
sirve;
de nada sirve hacer la centinela
en un puesto que no defiende nada,
que nada se vigila en el
vacío.
Nuestros dedos se aferran a la
vida,
a su endurecido y helado reborde,
y son pisoteados, rechazados con ira
por otros señalados con tara semejante.
Y sentimos no poder sobreponemos
al ciego lazarillo que nos lleva
a no sabemos dónde.
No sabemos nada;
ni falta —acaso— hace.
Aquí,
donde el día se entristece desde el alba,
tu
recuerdo ha taladrado mi sosiego.
(Aunque el tiempo endurece
los senderos de la memoria,
despertamos a
veces con insistencia
al sensible cachorro de hombre
que nos duerme
adentro.)
Yo quiero llorarte esta tarde,
abril y alegría,
y no tengo en la
sangre el amargor sincero
que la espita de mi llanto abra.
Silencio.
Silencio quiero.
Percibir quiero si tu voz me llega entera,
o fragmentada como el olvido
en que te tengo.
(Diez años son
muchos días, demasiados sucesos,
lucha,
hijos, caídas y renuncias,
para recordar a los que no
estáis aquí.)
Si me has visto en camino
distinto,
evadido y silencioso,
desde tu
oculta morada,
tendrás perdón para mi disipada
esperanza,
mis manos tocarán tu voz un día.
Hoy recorro vacío,
sin pertrechos,
el camino que hasta ti me
lleva;
tengo un desolado mirar en las pupilas,
porque no sé
cómo sentirme limpio
del traicionado gozo de evocarte
en estos
años de tan vacía memoria.
.......................................
(El llanto viene como un manso perro
temeroso.)
Por los altos caminos llevas
tiempo
cadencioso de pálidos
sabores,
llevas signos efervescentes, vivos
estertores de siembra
sorprendida.
Allí rompes con las
desesperadas
notas de la canción de
nuestro día,
y en cada corazón pones la antigua
sorpresa
de saberse siempre joven.
Sentados a la espera de la fruta
que traerán las palabras
desuncidas,
sabemos que hay un limpio promontorio
donde silban alegres
cazadores.
Las notas dicen estrenadas cimas
al corazón que te conserva en
vilo,
y un nido de calientes paradojas
aprieta con su viento ritmo y
sombra.
A Conchita, mi hija
Las palabras idas busco hoy
Hoy busco en las palabras que se fueron
la
cierta magnitud del hecho vivo
que rodea la ausencia de tristeza.
Esperanzado el gesto como un
viento
esponjado de aromas,
respiro hondo,
bebo soledades,
y me siento brotar cálidas ramas.
A palabras de ayer pido
respuesta,
a palabras mentidas o sinceras
pido claridades.
Pido nuevas palabras cada día.
Murió Francisco
Sánchez la mañana
más
triste, luminosamente triste,
de mil novecientos treinta y ocho.
Un pespunte de balas su cintura
ceñíale de bocas recien
vivas.
Cerca, un árbol que no llegara a escudo.
Allí
quedó su carne destrozada,
rota la sonrisa de
aquello que fuera
campesino alegre que soñaba en niño.
Hace veinte años,
veinte largos años.
Lejos yo de
España, cerca al recordarle,
aún le veo con prisa por
volver a casa.
Entra en mi pecho y
siéntate,
amigo.
Y hablemos.
O habla tú
al sentirte alejado de los teléfonos que suenan
en la hora sin guarismo,
ajeno a los ronquidos
de los que duermen
junto al petrificado ombligo del mundo.
Habla tú,
amigo,
y olvídate, mientras mi aliento y el tuyo son uno solo,
del
cogollo de apretados sudores
que transporta el "metro"
de acá
para allá.
Dime,
amigo,
dime de la paz que nos huyó de las pupilas
y no ha vuelto;
del
absurdo querer los transeúntes salir
de sus mínimos
particulares abismos;
de todo lo que con mi voz puedas decirme,
amigo,
porque nunca es la palabra más mía
que cuando en tu
aliento cabalga.
Estoy cansado,
amigo,
de las manos que lloran monedas sin sol
y de las gimientes esquinas harapientas
que piden
algo con que tapar su hambre siempre vieja;
de bostezos,
de vientres
voluminosos en indefensión que late,
estoy cansado,
amigo.
Pero mejor es olvidarlo
mientras estés ahí
sentado,
y
reírnos de los que creen tener la panacea
que lo cura todo;
ríamos angustiosamente tristes,
pero riamos juntos,
amigo.
Goza del animado movimento
del país donde mora provisorio,
aspira con fruición nuevos olores
que nunca percibiera en otro
tiempo,
pero, amigos, fuera de su casa,
siéntese extranjero el
extranjero.
No es nostalgia, no, exactamente
no sabe el extranjero qué
quisiera
para no reconocerse tan extraño;
bebe la luz, el
viento, gusta el agua,
alegre como niño que quisiera
descubrir
un misterio en cada cosa,
pero, amigos, cuando mira lejos,
siéntese extranjero el extranjero.
Siente amor el extranjero, tiene
un amor que le llena de felices
momentos toda hora; tiene mar,
tiene nube en que perderse siempre
que
el pensar se lo pide, mas, amigos,
siéntese extranjero el
extranjero.
No se duele de la lengua
extraña,
no de las gentes, no de los
paisajes
que alrededor le urgen la mirada;
vive en un magno mundo
sorprendente
de luz caliente y viva,
mas quiere descubrir con toda
urgencia
de este mal la raíz, él no desea
extranjero
sentirse entre los hombres.
¿Cómo dices saber que la vida
es el viento que pasa o la
sombra
que nos sigue siempre?
Romperás las
barreras heladas
del extraño que en tu seno
habita,
más en su corazón no habrás sonado.
¿Cómo
quieres asir el universo
si tus manos serán
muy poco siempre
lejos de los demás, lejos y sordos?