P O E M A S
por
Rafael Millán

1
A una pianista
Regreso
Quedan siempre
Distancia
Poema con tristeza
Fecha olvidada
2
El azúcar de tu recuerdo
Aquí sabrás como llora
Cierro los ojos: veo
Tarde de sábado
Manos
Aranjuez
Praia do Flamengo
3
Caminos
Desacuerdo
Poeta lejano
A Juan Ramón Jiménez
Nada sabemos
Vacía memoria
Elegía
Palabras
Ciudad Universitaria
Hablemos
El extranjero
No sabrás

1

...algo nuestro de ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas!

Antonio Machado

A una pianista

En la raíz misma de la música
estás.

Allí donde nace el sonido
cama el aliento sin mácula de un ave
pequeña.

El sencillo prodigo se consuma
imperceptiblemente:
sonoras aguas afluyen,
complementan colores,
vibran por los profundos ríos
que el tacto te revela.

Estás ahí,
en la raíz o ala o misterio envolvente;
en su tibia estructura te recluyes,
alejada y cercana de mis manos
—oh mis manos que saben de tus fibras,
de tus miedos a nada—,
en mis manos cuando regresas.

(Amor es entonces vuelo herido
en tus ojos.)

Te pienso
en ese mundo ingrávido y puro
donde se gesta el sonido,
donde tejes las líquidas voces
que vives y te viven,
oh amiga,
mientras yo permanezco en tus orillas
apacentando tenues escalofríos.

Regreso

A una triste humillación he vuelto
arrepentido desde mi palabra,
zaherido por sonrisas en silencio,
con torpeza hilvanadas.

Vacilante caída que me duele
como el desvío de la amiga carne;
fallo imprevisto que detiene —enfría—
mi corazón en la tarde.

Hay momentos, como hijos desgraciados,
que no supieron de la paz en vida:
vienen a mis umbrales con los rostros
de una raza enemiga.

Quedan siempre

Quedan los viejos pasos,
las pisadas cargadas de cansancio
de muchos años de la inútil vida;
pasos envueltos, inmersos en el barro
del espíritu absorto.

Clamar, preguntarse la incógnita
de los pasos perdidos en el tiempo,
en el juego arriesgado de la vida,
inútil es.

Quedan siempre, constantemente,
los viejos pasos
envolviendo nuestro amado hoy,
nuestro lento caminar descalzos.

Distancia

En la distancia enciende tu mirada
tristes despedidas.
Un hálito de sombras a mi pecho trae
presentimientos,
rojos atardeceres vencidos de temores.

Y yo sufro —tú sufres— alejado
del instante que pudiera unirnos
en el tiempo de la bienandanza,
del sentimos cerca,
de vivirnos uno viviendo dos vidas.

Pero la distancia castiga los flancos
de los sentimientos;
acremente, una lluvia acongojada
pone en la voz y el tacto,
fija en los movimientos,
un fluir desesperanzado que va
limando lento el brillo
de mis ojos.

Poema con tristeza

1

Canto la pesadumbre de vivir
deshabitado.
     Canto
para no estar callado eternamente,
para no estar tan solo
en el silencio.

(El paisaje lluvioso rompe el filo
de los perfiles.
     Canta
el corazón del aire en torno mío,
monótono y cansado.)

2

Silencio pace la tarde en esta hora
de soledad conmigo.
Caminos he dejado que me fueron
queridos hondamente;
siento frío lejos de los momentos
que pasaron como viento o agua,
caricia o roce.

Y la paz es tan sólo una palabra
en el crepúsculo, sólo
un deseo reprimido a solas.

Los pasos que me llevan sin un norte,
despiertan leves ecos conocidos;
la mirada busca otra mirada
y no encuentra sino calma
y silencio.

Anochece despacio mientras llora
la luz serenamente;
anochece despacio por mi sangre,
que ahora calla.

y 3

Ya estás aquí,
tristeza.
Has llegado como una dulce muerte
que oscurece los días;
inesperada y blanda, tu presencia
sobrecoje el ánimo y compone
secos gestos de desamparo y duda
que no merezco.

Estás aquí,
negada alegría,
brillo empañado,
tristeza,
al borde de mi alma que te sabe
fiel enemiga de siempre;
y los días transcurren, llevan tantas
palabras sin sentido en su cauce,
que la esperanza vive con tus letras
en la misma línea de mi duelo.

Aquí estás,
en mi lecho arropada,
bebiendo mi vino,
cruzando en mis pasos por mis calles solas,
y no sé cómo hacer para cambiarte
en un aire nuevo que me traiga
otra vez la sonrisa.

Fecha olvidada

En la fecha lejana que ya olvidas
con esfuerzo que dice de recuerdo,
fué nuestra sangre enamorado pasto;
había flores entonces en los surcos
del momentáneo amor que deslumbraba
nuestros ojos, casi desconocidos
el uno del otro.

Haz un nudo a la fecha. mella el filo
del cuchillo rallador de sueños,
abrillanta el olvido
a fuerza de frotarlo con memoria;
cultiva nuevo gesto amante, nuevo
eslabón plantado como un árbol
de precaria vida.

Pierdes noción de lo fugaz pasado
porque eras tan feliz que no merece
una sola palabra que lo traiga
otra vez a este predio,
a la sombra de este marzo —nueve—
donde sientes que recuerdas triste,
pese a todo.

Yo he pasado también la hoja, hojas;
mi calendario tiene otros guarismos
hermanos de otros pasos;
pero no be lastimado con sorpresas
ni al más simple de mis malhumores.
Y en mi vida, renovada ahora,
te recuerdo lejana, en otros días.


2

A Martie
Sobre mi corazón, ternura nueva.
Alfonso Reyes

 

El azúcar de tu recuerdo vuelca
oleadas de ternura casi niña
desde el distante y nunca visto sitio
donde vives a mi lado siempre.

Estoy esperándote. Tu vuelta
traerá a mi corazón cálidas luces,
fragancia indefinible, pero cierta,
de sempiterna dicha.

Estoy sabiéndote aquí, en la espesura
del pensativo corazón gozoso;
en el tacto que añorante siente
tu cuerpo como hoja verdecida;

em mis ojos que te ven, no estando,
como si me habitara siempre el ritmo
de tu pecho joven;
te sé raíz de la esperanza mía.

 

Aquí sabrás cómo llora la tarde
cuando son desvelados sus colores;
y te diré con luces biennacidas
si el aire trae canciones a mis pulsos,
si sonrisas constela.

Tengo aquí limpia espiga, tu alimento
para cuando retomes y en las alas
traigas peso de recuerdo y ansia
que compartiremos.

Tengo cosas, muchacha, que decirte
con lenguaje entretejido de alma,
días lentos que vivir absorto
pendiente del fluir pausado
que tu aliento traiga.

Tengo el corazón abierto al viento
del futuro en tu nombre.

 

Cierro los ojos: veo luces opacas,
flores que me huelen a tu cuerpo
desmayado de amor,
calores de tu piel —cambiante
en las horas del día que nos llevan
del despenar abierto a los sentidos
a la noche del instinto maniatado—.

Cierro los ojos: surgen formas bellas,
blandamente caen al peso de su imagen,
y se pierden en un oscuro pozo
de silencio.
¿ Dónde las estrellas, los extraños peces,
los pájaros floridos ?
¿Dónde fueron?

Cierro los ojos y escucho tu aliento
ahí,
a distancia de brazo,
tan cerca que pudiera cambiarle
—con sólo desearlo—
el ritmo de paz con que tu pecho
a mi oído lo trae en duermevela;
pero, cerrados los ojos,
el color acuno y adormezco
y pienso en las flores que mañana
me dará tu sonrisa satisfecha.

 

Tarde de sábado.
      Huele
el cuarto a flores ausentes.

Tu cuerpo ensaya saberse
cómodo.

      Tiene
la atmósfera vago tinte
romántico.

      Quiere
mi mano asir lo leve
del aire que presiente
fuera,
en la cercana calle.

(La radio suena palabras
que mi oído no entiende.)

Feliz tarde en silencio.
Tenerte
enfrente es la dicha,
tenerte.

Manos

Sumerge tus manos en mi frente
y,
una a una,
arráncame raíces de recuerdos,
déjala vacía.

En mi frente tus manos.

(Y en mi vida.)

Aranjuez

Agua mansa
descansa
del árbol a la orilla;

brilla
un pájaro al pasar
—canta el eco su cantar
lejano—;

y en mi mano,
tacto suave,
tu pelo sabe a la grave
alegría de la paz.

Praia do flamengo

A la orilla del agua,
mis sentidos despiertos y yo en silencio.

A la orilla del agua
mientras pasan palabras por sobre el viento.

A la orilla del agua,
yo ajeno a todo, va anocheciendo.

A la orilla del agua,
a la orilla del agua mientras te espero.


3

...borroso
laberinto de espejos.

A. Machado


Caminos

A mis hijos Ana y Federico

Sabemos, ay, que hay caminos
que a ninguna parte van.

Descaminados andamos
cantando sin más ni más.

Brilla el canto como vidrio
al que el sol hace brillar.

Poco vale falso brillo
si es que nace de un erial.

Sabemos, ay, que hay caminos
que a ninguna parte van.

Desatinados caminos,
cabos sueltos para atar.

Si en el brillo se han perdido
mal se podrán anudar.

Sabemos, ay, que hay caminos
que a ninguna parte van.

Hay que hacer por olvidarlos
que es inútil caminar

por confusos laberintos.
Y hay que encontrar la verdad.

Sabemos, ay, que hay caminos
que a ninguna parte van.

Desacuerdo

En ocasiones vivo
por los alrededores de mi cuerpo,
y me descubro observando
cómo aliento en la tarde,
contento de encontrarme sobre un mundo
que parece tan nuevo;
otras veces, sufro desde afuera,
trato de avisarme
con gestos que aparentan figurar
peligros inminentes, serios.
El cuerpo nada quiere
saber de los avisos
—a su paso prosigue—,
y queriendo —no queriendo— detenerle,
paso tiempo inútil,
pasa tiempo.

Después, al regreso a mi cuerpo,
converso con su sombra,
altero sus razones, que comprendo siempre,
sólo por negar lo que él afirma.

Y así vivo —vivimos—:
afrontando con paciente calma
esta divergencia,
este desacuerdo tan constante.

Poeta lejano

Sorprendentes columnas de aire puro
giran por las alturas, discos de oro.
Los árboles dispersan suaves sones
que sobre el polen de la tarde lloran.

Y yo, que limpio paso a ras de horas,
que canto ensimismado y casi serio,
te recuerdo como si me llegara
tu voz viva de hombre en lejanía.

Te recuerdo, oh familiar orfebre
de mis ratos contigo y tus palabras,
engastado en mis días verdecidos
como lo estás ahora en que maduro.

Ahora en que maduro y sé del goce
y del dolor conozco su textura,
te sé también a ti más y más hondo,
más como corazón de mi paisaje.

A Juan Ramón Jiménez

Débiles músicas hilan el poema
que asciende lento a ti desde mi mano.

Enoja al corazón saberse tardo
para decirte en el dolor y el gozo
cuánta flor cabe en vida y en la muerte
que acecha las felices coyunturas.

Hilos manejo sin saber adónde
han de llevarme alegre o apenado.

Está a punto de romperse el verso
que mi torpe mano entimidece,
que mi mano, amiga de la tuya,
quisera darte como algo que vive.

Pero los hilos frágiles se han ido
a enredarse en un haz de corazones.

Nada sabemos

Traspasados de huellas como gozos,
atravesados por impostores ríos,
vamos los hombres por amarga calle
como desamparados animales.

Asombra que la vida nos escoja
como simple eslabón, que no hace falta,
porque sin él todo sería lo mismo,
igual exactamente.

Y clamamos, gritamos, o, a veces en silencio,
maldecimos la dura encrucijada
que hizo posible nuestro nacimiento
innecesario y torpe, por instinto.

¡ Cuánta sombra anidada en nuestra sangre !
¡ Qué sabor acre la garganta quema !
Y en tanto los sentidos narcotizan,
vivimos con el cuerpo desolado.

Es muy triste saber que nada sirve;
de nada sirve hacer la centinela
en un puesto que no defiende nada,
que nada se vigila en el vacío.

Nuestros dedos se aferran a la vida,
a su endurecido y helado reborde,
y son pisoteados, rechazados con ira
por otros señalados con tara semejante.

Y sentimos no poder sobreponemos
al ciego lazarillo que nos lleva
a no sabemos dónde.
     No sabemos nada;
ni falta —acaso— hace.

Vacía memoria

Aquí,
donde el día se entristece desde el alba,
tu recuerdo ha taladrado mi sosiego.

(Aunque el tiempo endurece
los senderos de la memoria,
despertamos a veces con insistencia
al sensible cachorro de hombre
que nos duerme adentro.)

Yo quiero llorarte esta tarde,
abril y alegría,
y no tengo en la sangre el amargor sincero
que la espita de mi llanto abra.

Silencio.
Silencio quiero.
Percibir quiero si tu voz me llega entera,
o fragmentada como el olvido
en que te tengo.

(Diez años son
muchos días, demasiados sucesos,
lucha, hijos, caídas y renuncias,
para recordar a los que no
estáis aquí.)

Si me has visto en camino distinto,
evadido y silencioso,
desde tu oculta morada,
tendrás perdón para mi disipada
esperanza,
mis manos tocarán tu voz un día.

Hoy recorro vacío, sin pertrechos,
el camino que hasta ti me lleva;
tengo un desolado mirar en las pupilas,
porque no sé cómo sentirme limpio
del traicionado gozo de evocarte
en estos años de tan vacía memoria.
.......................................
(El llanto viene como un manso perro
temeroso.)

Elegía

Por los altos caminos llevas tiempo
cadencioso de pálidos sabores,
llevas signos efervescentes, vivos
estertores de siembra sorprendida.

Allí rompes con las desesperadas
notas de la canción de nuestro día,
y en cada corazón pones la antigua
sorpresa de saberse siempre joven.

Sentados a la espera de la fruta
que traerán las palabras desuncidas,
sabemos que hay un limpio promontorio
donde silban alegres cazadores.

Las notas dicen estrenadas cimas
al corazón que te conserva en vilo,
y un nido de calientes paradojas
aprieta con su viento ritmo y sombra.

Palabras

A Conchita, mi hija

Las palabras idas busco hoy
Hoy busco en las palabras que se fueron
la cierta magnitud del hecho vivo
que rodea la ausencia de tristeza.

Esperanzado el gesto como un viento
esponjado de aromas,
respiro hondo, bebo soledades,
y me siento brotar cálidas ramas.

A palabras de ayer pido respuesta,
a palabras mentidas o sinceras
pido claridades.
Pido nuevas palabras cada día.

Ciudad Universitaria

Murió Francisco Sánchez la mañana
más triste, luminosamente triste,
de mil novecientos treinta y ocho.

Un pespunte de balas su cintura
ceñíale de bocas recien vivas.
Cerca, un árbol que no llegara a escudo.

Allí quedó su carne destrozada,
rota la sonrisa de aquello que fuera
campesino alegre que soñaba en niño.

Hace veinte años, veinte largos años.
Lejos yo de España, cerca al recordarle,
aún le veo con prisa por volver a casa.

Hablemos

Entra en mi pecho y siéntate,
amigo.
Y hablemos.
O habla tú
al sentirte alejado de los teléfonos que suenan
en la hora sin guarismo,
ajeno a los ronquidos de los que duermen
junto al petrificado ombligo del mundo.

Habla tú,
amigo,
y olvídate, mientras mi aliento y el tuyo son uno solo,
del cogollo de apretados sudores
que transporta el "metro"
de acá para allá.

Dime,
amigo,
dime de la paz que nos huyó de las pupilas
y no ha vuelto;
del absurdo querer los transeúntes salir
de sus mínimos particulares abismos;
de todo lo que con mi voz puedas decirme,
amigo,
porque nunca es la palabra más mía
que cuando en tu aliento cabalga.

Estoy cansado,
amigo,
de las manos que lloran monedas sin sol
y de las gimientes esquinas harapientas
que piden
algo con que tapar su hambre siempre vieja;
de bostezos,
de vientres voluminosos en indefensión que late,
estoy cansado,
amigo.

Pero mejor es olvidarlo mientras estés ahí
sentado,
y reírnos de los que creen tener la panacea
que lo cura todo;
ríamos angustiosamente tristes,
pero riamos juntos,
amigo.

El extranjero

Goza del animado movimento
del país donde mora provisorio,
aspira con fruición nuevos olores
que nunca percibiera en otro tiempo,
pero, amigos, fuera de su casa,
siéntese extranjero el extranjero.

No es nostalgia, no, exactamente
no sabe el extranjero qué quisiera
para no reconocerse tan extraño;
bebe la luz, el viento, gusta el agua,
alegre como niño que quisiera
descubrir un misterio en cada cosa,
pero, amigos, cuando mira lejos,
siéntese extranjero el extranjero.

Siente amor el extranjero, tiene
un amor que le llena de felices
momentos toda hora; tiene mar,
tiene nube en que perderse siempre
que el pensar se lo pide, mas, amigos,
siéntese extranjero el extranjero.

No se duele de la lengua extraña,
no de las gentes, no de los paisajes
que alrededor le urgen la mirada;
vive en un magno mundo sorprendente
de luz caliente y viva,
mas quiere descubrir con toda urgencia
de este mal la raíz, él no desea
extranjero sentirse entre los hombres.

No sabrás

No sabrás cómo piensa tu hermano
aunque hundas hiriente la mirada
en el agua de sus ojos ciegos.

¿Cómo dices saber que la vida
es el viento que pasa o la sombra
que nos sigue siempre?

Romperás las barreras heladas
del extraño que en tu seno habita,
más en su corazón no habrás sonado.

¿Cómo quieres asir el universo
si tus manos serán muy poco siempre
lejos de los demás, lejos y sordos?


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